Por: Julia Sánchez
Vivimos en una época donde las diferencias se hacen cada vez más visibles: distintas formas de pensar, de vivir, de creer y de expresarse conviven en un mismo entorno. Frente a esta diversidad, la tolerancia y el respeto se convierten en valores esenciales para mantener una convivencia armónica y fortalecer el tejido social. Más que una simple actitud, el respeto es una forma de reconocer la dignidad del otro, incluso cuando no compartimos sus ideas o costumbres.
En los espacios universitarios, donde convergen jóvenes de diferentes contextos, regiones y pensamientos, la tolerancia adquiere un papel fundamental. La universidad no solo forma profesionales, sino también ciudadanos capaces de dialogar, escuchar y construir desde la diferencia. Aprender a respetar las opiniones ajenas es tan importante como defender las propias, pues solo a través del intercambio respetuoso se genera conocimiento y comprensión mutua.
La falta de tolerancia suele generar divisiones, prejuicios y conflictos que debilitan las relaciones humanas. Por ello, es necesario promover una cultura basada en la empatía, la comunicación y la apertura al diálogo. Practicar el respeto no implica estar de acuerdo con todo, sino reconocer que cada persona tiene derecho a pensar y vivir de manera distinta. En un mundo tan diverso, la diferencia no debe verse como amenaza, sino como oportunidad de crecimiento.
El compromiso de los jóvenes universitarios es clave en este proceso. Su capacidad de cuestionar, proponer y transformar puede convertirse en un ejemplo de convivencia para toda la sociedad. Al fomentar espacios de participación donde prime la escucha y la comprensión, la comunidad universitaria puede consolidarse como un modelo de respeto, pluralismo y paz. La educación, en este sentido, cumple un rol determinante para formar ciudadanos solidarios y tolerantes.
En definitiva, tolerancia y respeto son pilares para construir una sociedad más justa y humana. En tiempos de diferencias, debemos recordar que lo que nos une siempre será más grande que lo que nos separa. Respetar al otro no significa renunciar a nuestras convicciones, sino reconocer que todos tenemos un valor y un lugar en el mundo. Solo desde el respeto mutuo podremos avanzar hacia una convivencia basada en la paz, la diversidad y la cooperación.