Por: Víctor De La Hoz
En estos días, concentrarse es muy difícil. Siempre hay algo que nos interrumpe: un mensaje, una notificación o el simple deseo de mirar el celular. Pero hay un truco sencillo que te ayuda a trabajar o estudiar sin distracciones y se llama método Pomodoro.
Este método lo inventó un señor llamado Francesco Cirillo, y le puso ese nombre porque usaba un temporizador de cocina con forma de tomate (pomodoro en italiano). La idea es muy simple: trabajar en bloques cortos de tiempo y descansar un poco entre cada bloque.
¿Cómo funciona el método Pomodoro?
Piensa que tu tarea es como una carrera, pero en lugar de correrla toda de una, la divides en pedazos pequeños. Así es como se hace:
- Elige una tarea: Escoge algo que quieras hacer, como leer un capítulo de un libro o escribir un informe.
- Pon un temporizador: Ajústalo a 25 minutos.
- Concéntrate al 100%: Durante esos 25 minutos, no hagas nada más. No revises el celular, no te levantes, solo enfócate en lo que tienes que hacer. A este periodo de 25 minutos se le llama un “pomodoro”.
- Descansa: Cuando suene la alarma, tómate un descanso de 5 minutos. Puedes estirarte, ir por un vaso de agua o simplemente cerrar los ojos.
- Repite: Haz esto cuatro veces. Después de completar los cuatro “pomodoros”, tómate un descanso más largo, de unos 15 a 30 minutos.
¿Por qué este método te ayuda tanto?
El método Pomodoro es una herramienta muy útil por varias razones:
- Evita las distracciones: Como solo tienes que concentrarte por 25 minutos, es más fácil no perder el tiempo. Sabes que pronto tendrás un descanso.
- Te da energía: Los descansos cortos evitan que tu mente se canse. Es como recargar baterías para seguir adelante.
- Te ayuda a empezar: Si una tarea parece muy grande, empezar a trabajar por solo 25 minutos no se siente tan pesado. Así, es más probable que empieces a trabajar de inmediato.
En definitiva, el método Pomodoro es más que una simple técnica de gestión del tiempo; es una herramienta que nos enseña a ser más conscientes de cómo usamos cada minuto. Al fragmentar nuestras tareas en bloques manejables y tomar descansos intencionales, no solo evitamos el agotamiento, sino que también recuperamos el control sobre nuestra atención.